
1970. Luego de nueve discos asombrosos, innovadores e influyentes, Bob Dylan de pronto no puede diferenciar entre lo que es bueno y lo que simplemente resulta de poner la nariz en un micrófono y soplar en el viento. Entre el arte de lo poético y la norma ISO 9001 – 2000 para la correcta fabricación de una cortadora de césped.
En “Self portrait” hay 24 canciones que “conforman” un álbum doble opiante y para nada necesario, y 18 de ellas son de las peores, mas piojosas, y sub-arregladas de su larga historia. Un registro sólo comparable a su otras dos grandes malformaciones llamadas "Saved", de 1980, y “Empire burlesque”, de 1985. Las tres compiten en fealdad, a capa y espada, sin darse tregua. Ay, mi dios. Más escucho este “auto-retrato”, tanto más extraño los grandes vinilos como “The freewheelin’”, “Highway 61 revisited”, “Bringing it all back home”, o su obra maestra “Blood on the tracks”.
Hay algunos pocos temas dignos pero que caen en seguida en la banalidad, caso “All the the tired horses” o “Wigwam”, que además son sustancialmente impersonales. Además, la tapa es feísima, señores.
Era una época en la que la juventud del mundo clamaba por su máximo héroe y portavoz, pero éste, completamente vestido de blanco, se comportaba como una estrella pomposa y emperifollada, hasta el punto de que los hippies le erigieron una polémica cruz de piedra para enterrar al mito decadente. Era la misma época en que Robert Allen Zimmerman (1941-sólo Dios sabe) se despachaba con un disco estúpido, lleno de concesiones “pop”, y repleto de covers para una auto-flagelación más que dolorosa, como son “The boxer” y el clásico country “Blue moon” (¿qué hace eso allí?).
Alguien alguna vez dijo: “En importancia viene primero Jesucristo y luego, Bob Dylan”. En este álbum más bien parecería que estamos hablando de la importancia de Lázaro o Pilatos.
Este “Self portrait”, o debería llamarlo “Safe poor trend” (fino, ¿no?), refleja a un Dylan ya maduro, establecido, con muy pocas inquietudes, y con un disco que distorsiona considerablemente su imagen.
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A pasar de largo pronto esta penosa etapa, pues continuar la cronología con el siguiente, “Dylan”, que no es otra cosa que los outtakes de “Self portrait”, es otra experiencia frustrante. Sí, sí. Otra porquería similar como el que lo sucede, “New morning”. Sugiero que el salto lo hagan hasta 1973, con “Pat Garrett And Billy The Kid”. Ahí la cosa vuelve a enderezarse.
Y jamás compren este disco. Es caro, es doble, es más digno tener “Un hombre común”, de Piero.
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Con mi máquina del tiempo imaginaria me propuse viajar a una de las grandes manifestaciones antibelicistas que se daban en Washington DC, en 1970. Para lograr mi cometido, me bastaba con utilizar algún clásico de protesta de Bob Dylan. Pero me equivoqué de canción, y por culpa de este cover de "Blue moon", terminé arribando a un pueblito de hillbillies muy excitados, que me vejaron de palabra y de hecho. ¡Maldita sea! No todo Dylan produce lo mismo.
OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: "Dylan" (1973), "Saved" (1980) ó "Down in the groove" (1988).
ANTIDOTO: "Highway 61 revisited" (1965).