
- ¡Hola!
- Oh, ¡por fin volviste!
- Sí, ya era hora. Una lucha sin cuartel contra el altísimo pasto de mi nueva casa había atentado seriamente contra los intereses de esta columna.
- Ah, mirá vos. Pero, ¿no fue la mudanza en sí?
- Eso fue lo de menos. En fin, bueno. ¿Querés saber el post de hoy?
- ¡Uuuuh! ¿Con qué te aparecerás ahora…?
- “The weirdness”, el ultimísimo disco de Iggy & The Stooges. Ya sabés que tengo una debilidad especial para con las reuniones de bandas. Que siempre me parecieron más una necesidad financiera que un aporte a la cultura. Que me parecen poco dignas. Y menos creíbles. Así las cosas… Léase The Police.
- ¿Y cómo titularías la nota?
- “The Stoogies’ reunion album or How to ruin an unexpected comeback”.
- ¿Cómo arruinar una vuelta inesperada, decís?
- Imaginate a viejos músicos drogones y sediciosos como los Asheton volviéndose a juntar a efectos de armar el disco retorno de la más grande banda de rock bardo de la historia.
- Y sí. Es así. ¡Cuánta historia hay en ellos…! ¡Los padres del punk! ¡Abuelos del stoner rock! Guau…
- Para mí, una rara sensación al ver esos rostros, los de esas glorias del ayer que ya suman entre todos unos 1500 años. Ternura y satisfacción por no verlos jugar a las bochas o al “mus”, sino rockeando sobre un escenario.
- Y qué bien que lo hicieron, ¿no? Digo…
- Hasta ahí, sí. Imagínate ahora a la mayor gloria de ellos: una iguana que ha mudado su piel innumerables veces, siempre mostrando el mismo color...
- Verde dólar.
- Ja, ja, ja. Amo a Iggy. No hay otro igual en este maldito mundo. Y ver los ojos de las “teens” que aún hoy en día van a sus shows y lo siguen saboreando mental y expresivamente es algo que también me emociona gratamente.
- Pero el problema es su voz, ¿no es así?
- Te cuento. Nadie imaginaba este regreso a los estudios. The Stooges no habían editado un álbum en más de ¡TREINTA AÑOS! Y te lo afirmo. Podrían haber pasado otros tantos y nada de nada habría cambiado.
- ¿Ah, sí?
- Cuando Iggy reunió a los hermanos Asheton en 2003, para grabar cuatro temitas para “Skull ring”, estaba clarísimo la edad de esta gente. Los riffs de la era 1969-73 eran simples y efectivos, la instrumentación era poderosa, desquiciada y energética, y ni hablar de la insana y descarnada voz del señor James Osterberg, alias “Iggy Pop”.
- ¿Y en ese “Skull ring”?
- Todo lo contrario a aquella idea conceptual de lo original. Sólo canciones que podrían haber salido de la mente de cualquier compositor de cualquier bandita garage-retro menor, de las millones que hay, por más que no haya interrumpido su sesión de composición para dormir o para ir al baño.
- Lo que estás diciendo es que uno no puede traer de vuelta el pasado. Sólo puede arruinar el futuro…
- Así es. ¡Exacto! Los Stooges arruinaron su futuro.
- Te entiendo.
- “The weirdness” es una colección de doce cancioncillas muy mediocres que intentan desesperadamente sonar como en los viejos tiempos y sin alterar la formulita “de culto” ni un segundo. Guitarras saturadas y reverbereadas con los típicos solos wah-wahizados, un bajo inaudible, buena batería machacona y algún solito de saxo que no agrega nada al estofado predecible.
- O sea que es todo un terror. Como la tapa.
- No. Algunos recursos guitarreros garpan bien, caso “Mi idea of fun”, o el emotivo “Free and freaky”, pero el resto naufraga sin remedio. Aún así. Eso no es lo peor.
- Ah, ¿no? ¿Y qué es?
- La voz vaga, súper desafinada, bien onda toma 1, de Iggy. Yo creo que tal vez la intención haya sido dejarla así para preservar la autenticidad y crudeza de un demo, lo que muchas veces disminuye a la hora de la posproducción.
- ¿Y qué se logro con eso?
- Un error garrafal. Es como vos decís. No se puede traer de vuelta el pasado. Por ahí hubiese sido mucho mejor no intentar parecerse desesperadamente al genial y desaforado iconoclasta que fuera él hace tres décadas, y sí lograr un registro vocal que no remita a pensar que se convirtió en un principiante. Haber olvidado todo, ¿entendés?
- ¡Alzheimer!
- Puede ser. No lo entiendo de otro modo. Jamás le había pasado algo así. El asunto que esas vocalizaciones nefastas terminaron de arruinar “The weirdness”, un disco que pudo haber zafado al menos como vulgar.
- ¿Y las letras?
- “My idea of fun is killing everyone”. Ahi tenés. No puedo creerlo. Y tengo miedo…
- ¿De qué, che?
- De que por culpa de esas letras le quiten la membresía a su club de golf.
- Claro. Ja, ja.
- Es así, che.
- Bueno, Mecko... ¿Y qué les dirías a los que compraron el disco?
- Que compren “Fun house”. Un disco stoogie en serio.
- Pero y tu conclusión sarcástica de siempre. Es decir, si tenés este disco… etc., etc.
- No, hoy no. Estoy cansado.
- Lástima.
- Otro día te muestro mi colección de ceniceros hechos con vinilos de La Torre, ¿dale?
- Dale. Un abrazo, loco. Che... ¿Vas a ir a la reunión de Soda Stereo?
- No. Ese día seguro que habrá un programa más tentador en TV. Me imagino un documental sobre actitud en el rock.
- Ah, mirá vos. Bueno, chau.
- Adiós.
(Está claro que esto último no me lo entendió)
g
"My idea of fun", por The Stooges (estribillo traducido)
...
Volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien.
Sentir que es un soplo la vida, que "treinta" años no es nada,
que febril la mirada, errante en las sombras, te busca y te nombra.
Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez.
OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: no hay.
ANTIDOTO: "Fun house" (1970).