
No viene nada mal recordar cómo se formaron The Monkees, allá por 1965.
Fue la primera banda en la historia creada por medio de un casting realizado para la cadena NBC, de Los Angeles. Grupo al que se le puso a disposición los mejores autores pop de la época, conjuntamente con una serie televisiva muy exitosa, basada en una sucesión de “gags“ desopilantes y absurdos, incluso más novedosos que el “A hard day’s night” beatle. Y que un día, luego de dos álbumes que vendieron como nunca antes se había visto, se rebelaron a sus amos, queriendo componer e interpretar ellos mismos su propia música, pese a los consejos de los productores, que veían aterrorizados cómo se les iba a escurrir el negocio como agua de las manos.
Es que Micky Dolenz, Michael Nesmith, Peter Tork y el inglés Davy Jones solamente cantaban sobre las pistas ya grabadas por músicos experimentados y se sentían frustrados como banda. Pues bien, pese a todos los pronósticos derrotistas, acertaron, brindándonos dos excelentes discos como fueron “Headquarters” y “Pisces, Aquarius, Capricorn & Jones Ltd.”.
Y fueron explotados por sus managers hasta la extremaunción.
Y vivieron el desconcierto, cuando en una gira alguien les puso a Jimi Hendrix de telonero.
Y que experimentaron lisérgicamente, cuando se les antojó el genial capricho de producir una película demencial como fue “Head” (co-dirigida por Jack Nicholson), hoy de culto, dejando perplejos a los fans y a sus patrones.
Y que quedaron en la ruina cuando, luego de cancelada la serie de TV a la tercera temporada, editaron dos buenos discos más que fueron comercialmente intrascendentes.
Y que se separaron sin ningún ruido en 1970.
Y que vegetaron hasta 1987, viviendo sin demasiados lujos, pero decorosamente, de regalías, reediciones y publicaciones de rarezas, excepto Michael Nesmith -quizás el compositor más serio del grupo-, que formó la First National Band y mantuvo una serie de éxitos, por algún tiempo, hasta que también quebró.
The Monkees fueron una verdadera sensación durante los tiempos dorados de los sesentas, capaces de destronar a los Beatles en ventas. Fueron dignos, e incluso hasta talentosos, en algún punto. Hasta allí, una historia fascinante, como para contarle a las generaciones venideras.
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PERO TUVIERON QUE REUNIRSE…
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El disco de la reunión se llamó “Pool it!” ("Piletéalo", "tíralo" o "sácalo"). Sí, pero… ¿sacarlos de dónde? ¿Sacar a los Monkees del agua de la piscina de la tapa de este álbum, en donde nadan estúpidamente? ¿Es esto una piscina o un toilette?
Noooo, claaaaro... ¡Ahora me doy cuenta! Eso no es agua. ES MIERDA. Muy bien coloreada de celeste, pero MIERDA al fin. Y además… ¡Un momento! ¡Acá falta alguien! Si, claro, es Michael Nesmith, quien se rehusó a formar parte de esta farsa con sabor a desesperación.
Este es un álbum aberrante, de los peores que tuve el disgusto de escuchar a lo largo de mi vida. Un increíble sinsentido facilista, erróneamente digital, en extremo ochentista, totalmente pre-programado y pre-escrito, con un mal gusto que raya la furia. De esta abominación, se salvan “Don’t bring me down” y la pegadiza “Changes”, pero el resto es una absoluto desperdicio que no debería haber venido en formato de disco, sino contenido dentro de un camión atmosférico. Teniendo en cuenta los numerillos mencionados, opino que no debió ser TAN difícil escribir un puñado de canciones decentes, en vez de esta colección de excrementos genéricos para el más rápido olvido.
¿Realmente son necesarias las reuniones? ¿Era necesaria esta reunión? ¿No les dio vergüenza producir esto, mis ex-estimados Micky, Peter y Davy? ¿Tirar abajo tan torpemente vuestra leyenda pop con este funesto “Pool it!”?
No más preguntas, su señoría.
n
Conclusión: Si compraste este disco, fijate bien que no viene solo. Es parte de un pack promocional que incluye una pastilla para tu inodoro. Pero no te hagas ilusiones. No es de “Glade”. Es de “El Coloso”.
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El estiércol más inconsistente de la gallina más afiebrada de la granja más abandonada del mundo es mucho más valioso que el clip de "Heart and soul", de estos Monkees caducos, que son "descongelados" por algún negligente, luego de hibernar por casi dos décadas. (Lo bien que hizo Michael Nesmith en no quedar pegado con esto.)
OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: "Changes" (1970) ó "Justus" (1996).
ANTIDOTO: "Head" (1968).