The Rock and Roll Hall of Shame

29/4/08

BRUCE SPRINGSTEEN - Human touch


Numerosos artistas han pecado de pretenciosos a lo largo de sus carreras, editando álbumes dobles inservibles, pero el “Jefe” Bruce Springsteen se llevó los lauros a la deshonra, por ser el único que publicó simultáneamente, en 1992, dos basuras indiscutibles, y no necesariamente como álbum doble.
Los abominables “Human touch” y “Lucky town” fueron editados al mismo tiempo y, créanme, compiten en mal gusto por un lugar en este blog. Pero, por una cuestión de estética, voy a elegir uno.
Ok, entonces. Si sala “cara”, será el primero, y si es “ceca”, el segundo. Mmmmm. A ver…. ¡Salió “cara”! (En todo sentido.)
Nota: No piensen que me tomo esto a la ligera, pues ambos son iguales en deformidad y falta de imaginación.
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Dicen por ahí que Bruce es algo así como un genio portavoz del sentir del americano toma-cerveza promedio, hastiado de no conseguir nada de las bondades del “american way of life”, y que álbumes como “Born to run”, “The river” y “Born in the U.S.A.”, son magistrales medicinas para evadir dichas frustraciones. Habrá que creerlo, pues. A mí, sinceramente, su obra poca o ninguna satisfacción me ha brindado, pero tampoco es cuestión de ponerse en hereje al divino botón.
No obstante, este “Human touch” me cae tan adecuado como el peor chascarrillo del “negro” González Oro, a las 9 de la mañana, de un día de lluvia torrencial con granizo.
Sus fans, y sobre todo la crítica, no le perdonaron a Bruce que, a raíz de su entonces flamante relación con Patti Scialfa (ex corista de su grupo de apoyo, la E-Street Band), se abocara a cantarle loas a la estabilidad y felicidad alcanzadas en su nuevo matrimonio, amén de su deseada paternidad.
¿Quién quiso, quiere o querrá comprar algo así? ¡NO VEO NINGUN BRAZO LEVANTADO…!
Decía. Una literal mersada, perfecta para ser escuchada junto a una mesa de quesos de una ‘fiesta de quince’, mientras te sacan fotos con la homenajeada.
¡Por favor, Bruce! ¿Qué clase de piltrafa estabas intentando darle a la gente? No puedo admitir que hayas dejado de usar el cerebro para reemplazarlo por tu pene. Que no haya quedado ni una pizca de tu tan celebrado talento anterior.
Un rockito genérico tras otro rockito genérico tras otro rockito genérico tras otro más, sin nada aprovechable, sin nada más que plástico que tardaría centurias en degradarse, sin nada más que material predecible y mediocre, en containers de materia fecal, que ni para fertilizante sirve. "Real world”, "Man’s job" y “All or nothing at all", lo demuestran con creces, aunque “57 channels” y “Human touch”, de última, podrían llegar a pasar como números pegadizos.
Y se acabó. Nada más que comentar de esta bajeza sin par; o con par, si yo tuviese los huevos necesarios para ilustrar el otro citado engendro, “Lucky town”. Pero nada más lejos en mí.
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¿De qué sirvió deshacerte de la E-Street Band para aventurarte en este pantano de corrupción discográfica? Bien que volviste a ella para tus trabajos siguientes, ¿no, Bruce? ¿Les pediste disculpas? Contame cómo fue...
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¡Basta! No quiero seguir hablándole a este señor. No vale la pena. Sin embargo, ¿quién puede olvidar la espantosa cara de enema perpetuo que Springsteen detenta en su horripilante aparición en “We are the world”, diabólico himno ¿tributo? a la más grande cruzada demagógica jamás realizada: la llamada “U.S.A. for Africa”? Una campaña nociva que el “Jefe” compartió junto a demonios de la talla de Michael Jackson, Tina Turner, Billy Joel, Kenny Rogers, Hall & Oates, Cindy Lauper, y otras tantas caricaturas funestas del 'show business' de la época, cuya cuantiosa recaudación llegó a los gobiernos africanos de turno, pero jamás al pueblo hambreado.
Bien, pues este puchero olvidable fue realizado y apoyado por el mismo autor del monstruoso “Human touch”, el inefable macho sudoroso de Nueva Jersey, mister Bruce Frederick Joseph Springsteen Zirilli (1949-pronto).
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Síntesis: Si amás este disco, es porque sos transportista y te tomó de sorpresa un corte de ruta de los productores del campo… ¡Tranquilo! Apagá el estéreo, bajate del “mionka” y tomate un descanso. Escuchá a la gente que está ejerciendo su justo reclamo. La tienen clara. Así evitarás que los del Gobierno y los sindicatos te lleven siempre de las narices. Por ahí, aprendés algo nuevo. Dejate aleccionar. Yo sé que vos podés madurar. Ya lo dice el viejo refrán: "El que sabe, sabe, y el que no sabe, es Jefe".
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"57 canales y nada allí", parlotea Springsteen indignado, sin darse cuenta de que lo verdaderamente perjudicial del espectro televisivo mostrado en el clip, es el propio Bruce -en cadena nacional-, sermoneando obviedades que desecharía un fan de Barney, e invitándonos, con su sabiduría, a que nos zambullamos en los encantos de Sprayette.



OTRO EJEMPLAR DEL MISMO TENOR: "Lucky town" (1992).
ANTIDOTO: "Born to run" (1975).

17/4/08

ELVIS PRESLEY - Having fun with Elvis on stage



La industria, en el terreno del rock, no descubre ni inventa nada, ni movimientos, ni estilos musicales. Lo que hace es rodearlo de sucios trucos para obtener más ganancias. Las rebeldías se venden en el mercado y su precio varía, según el momento y la ocasión; por tal motivo, es necesaria la fabricación en cadena de nuevos y más nuevos y todavía más nuevos ídolos. Enormes y perfectas figuras de plástico con actitudes estudiadas y rostros resultantes del marketing.
¿Y qué come la máquina monetaria para transformar el rock en mierda? Se come la espontaneidad, la juventud, la belleza y, sobre todo, la capacidad de crear. "Comemos calidad y cagamos cantidad", podría ser su lema. La industria sabe que esa mierda nos la tenemos bien merecida, y que encima nos gusta. "Come mierda, un millón de moscas no pueden equivocarse".
Algún día se asociará a nuestro nombre la horrenda memoria del vil engaño y el más hondo lavado de conciencia, y surgirá la condena de todo lo que en ese momento habíamos creído, postulado o aceptado. Nos responsabilizarán por haber sido los grandes perpetuadores de géneros corrompidos e instituciones infectas, y nos sentenciarán al más deshonroso de los castigos de la historia, pues con vergüenza nos recordarán como "la engañada generación del rock", los sumisos servidores del ‘establishment’, o como los testigos impávidos de uno de los más temibles imperios corporativos: MTV.
¡Rock al amparo de My Space, Fotolog y Facebook! ¿Es esto un adiós a la verdadera esencia rockera? ¿El fin de los ideales de rebelión? Es muy probable. Pero, ¿le puede importar esto a alguien con menos de 30 años?
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Un claro ejemplo de esto lo constituye la aparición de Elvis Presley en el firmamento del show business. La historia melodramática de un humilde muchacho de Tupelo, Mississippi, quien, munido de una voz extraordinaria y una esencia arrabalera naturalmente hostil a los intereses del “american way of life”, era castrado, domesticado y asimilado a los usos y costumbres de la Norteamérica maccarthista moralizante de mediados de los ’50s. Un chico mañoso, huraño e inestable que llegó a ganar el equivalente a ¡un Cadillac por hora!, que construyó una piscina con paredes de vidrio para ver nadar a chicas desnudas desde un sillón, que fue amigo de Richard Nixon, y que disparaba a los televisores cuando no le gustaba la programación, inauguraba la demostrada y efectiva estrategia del sistema para neutralizar potenciales revoluciones, técnica que se perfeccionaría años después para devorar a otros intentos del rock, con consecuencias siempre estériles.
Los responsables de la pasteurización de esta genuina manifestación juvenil encarnada por nuestro héroe, fueron el “coronel” Tom Parker -su inescrupuloso manager holandés-, quien había profetizado que haría de Elvis el próximo Sinatra, los hermanos Phillips, dueños del sello Sun Records, donde “el rey” inició sus actividades en 1953, por su tacañería y falta de visión, y la mamá del ídolo, por el exceso de mimos y cuidados prodigados al cantante, que algunos autores sostienen “trascendía el amor filial”.
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De su enorme discografía, lo más patético corresponde a las almibaradas bandas de sonido de las cincuenta oligofrénicas películas que Elvis filmó durante la década del ’60, y que sólo podían entretener a chicas minusválidas de la época, menores de quince años.
Pero el colmo del absurdo se plasma con la edición de “Having fun with Elvis on stage”, un álbum que contiene sólo bromas y ocurrencias que el ídolo soltaba en escena, entre tema y tema, muchas de los cuales no hacen reír ni a Mariana Fabbiani.
Esta idea imbécil, de 1974, sólo pudo ocurrírsele al “coronel”, para ajustar cuentas con el sello RCA, impidiéndole obtener derecho alguno sobre las canciones, ya que, NI UNA SOLA hay en este fraude.
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¡Cuidado, jóvenes buscadores de antiguos tesoros clásicos! Lo único valuable en Elvis es el periodo que va desde la era Memphis hasta su llamado al servicio militar. Todo lo posterior sólo dejó unos pocos temas dignos de interés, sumidos en un pestilente pantano de dinero fácil y complacencia artística, tan pueril y mediocre que invita a uno a buscar tréboles de cinco hojas, a cambio, por citar alguna actividad más provechosa. Música perfecta para personas con nada de rebelión en sus entrañas. Anti-rock, en una palabra.
Ni hablar de su última etapa de artista melódico, ícono obeso y grotesco de Las Vegas, y pobre estampa, más cercana a Tony Bennett que a algo mínimamente parecido a un rey del rock & roll. El final absurdo más perfecto para desembocar en la muerte más deshonrosa que se tenga memoria en la historia de la música popular: paro cardíaco por excesiva ingesta de adelgazantes.
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Pero lo peor de todo es que “el rey” no pudo impedir que su nombre fuera mal escrito en su propia tumba. La placa dice “Elvis Aron Presley”, cuando debe decir "Elvis Aaron Presley".
Le falta una “A”. ¿Será la “A” de Auténtico?
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Una rara filmación del rey, a sólo seis semanas de su muerte, haciendo gala de su terrible decadencia y olvidándose la letra de la canción. (Hey, Elvis, are you "drunksome" tonight?)



OTRO EJEMPLAR DEL MISMO TENOR: "The Hayride show" (1993).
ANTIDOTO: "Elvis Presley" (1956).

8/4/08

JUDAS PRIEST - Turbo


¡Hola, capos!
Mi nombre es Sergio. Mi pasión es el tuning, pero ése donde hay que poner plata en serio, ¿eh? Mi viejo, que es dueño de una fábrica de chacinados, me enseñó que en las mujeres es mucho más importante el orto que las ideas. “Las mujeres no tienen ni idea”, suele chamullarme, con gestito ganador. Él fue quien me regaló el tu-tú, que cuido como a un hijo.
Además de los fierros, me fascina ver el canal FX, hojear la revista H, e ir al gimnasio para ver como, día a día, se forman más ravioles en mi pancita, que no tiene un kilito de más. Mis tubos hablan por sí solos. ¿Qué se yo? A las minas les encanta mi físico y un par de tattoos que me hice el último verano en Florianópolis. Mi novia, por ejemplo, es una perra infernal. Es personal trainer. Me caga a pedos porque dice que me patino el sueldo en accesorios, en vez de comprar algo para cuando nos casemos. Juá. Y… ¡es mujer!
¿Quieren saber cómo me empilcho? Uso musculosa de Mistura Fina, calzoncillos boxer, jean de Kosiuko y unas zapatillas de 600 mangos, cuya marca no les voy a confesar, así no me copian. Todo coronado por un corte rapadito con los pelos de punta, duritos de tanto gel. Siempre uso gel.
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Como les decía, yo al auto le puse mucha guita encima. Lo planché todo. Tiene una tenida que… ¡mamma mia! Butacas y volante Momo, llantas de aleación, faros Hella de xenón, alerones, cubiertas Michelin de talón bajo, un estéreo DVD Boss que va como piña, con etapa de potencia y subwoofers de 500 watts. Me gusta la performance de su sonido, con muchos graves, en vez del Pioneer que suena a rock. ¿Saben? Yo en general odio el rock, porque es música de faloperos.
Los sábados siento la adrenalina correr por mis venas. Por la madrugada, voy con mi Megane “personalizado” a correr picadas por la Lugones con otros amigos. Bah, no son amigos. Yo no tengo amigos, tengo socios. La amistad, para mí, se basa en el interés mutuo. No me vengan con sentimentalismos. Eso es para gays. Tampoco me va la gente que pregona solidaridad y compromiso. Eso es para comunistas. Y como no soy peronista ni nada, la política y el futuro del país me importan un carajo. Yo soy, como decirles, apolítico, ¿comprenden? A-po-lí-ti-co.
Tanto a mis amigotes, como a mí, nos copa escuchar “marcha”, chill-out, también algo de reggaetón y salsa, pero ni por las tapas imaginé que ellos me iban a introducir en el mundo del metal. No, loco. A mí me cabe el “punchi-punchi”, y sobre todo, ése que te ponen en las picadas de sonido, que te vuela el parabrisas, ¡campeón!
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Tanto me rompieron las pelotas con el metal y Judas Priest, que me compré un mp3 con toda la colección. Al principio, nada, che. Hacía zapping con los discos, y sin bien ellos me hablaban de álbumes como “Hell bent for leather” o “Screaming for vengeance”, del que me enamoré perdidamente fue de “Turbo”.
¡Qué maza! Ya el nombre me encantó. Y tiene una música… Sí, es muy tecno, papá, y no se parece a ningún otro de ellos. Ni ahí con “Painkiller” y esa garcha pesada. La imagen glam de los chabones en “Turbo” me hace acordar a mí de pendejo, cuando tenía unas 'lanas' con rulos que me las pisaba, juá.
Tan alucinado quedé con ese “compact”, que me hice aerografiar el logo de la tapa en el capot del Megane. ¡Quedó re-low rider, mostro! Lo filmé con mi celular y lo subí a YouTube con mi Vaio. ¡Un ídolo! Un día de estos les paso el link.
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Pero, bueno, a mí me dijeron que tenía que comentar el cidí “Turbo”, y me fui un poco por las ramas hablándoles de como soy. En realidad, yo mucho no sé comentar discos, pero les voy a decir que me enteré después que los fans de Judas lo odian, porque dicen que es una garcha, que es muy comercial, que traicionó los códigos de la banda, y qué se yo qué más. ¿Qué codigos? Los únicos códigos que yo conozco son los que me enseña el Need for speed. Y mi viejo, que es un duque.
Sólo hay dos temas que no me van tanto, que son “Out in the cold” y “Reckless”, porque tienen un toque del sonido clásico de Judas, pero joyitas como “Locked in”, “Parental guidance”, “Hot for love”, “Private property” y, por supuesto, “Turbo lover”, me ponen para arriba y me dan ganas de garcharme a Melina Pitra de nuevo.
Yo, en lo personal, las incluiría en la banda de sonido de “Rápido y furioso”, que es otra de mis debilidades; eso, y mi devoción por Ricky Fort, que es mi máximo referente. Ya cuando sacaron el siguiente, que también está en el mp3 (se refiere a “Ram it down”), la cosa se volvió a poner heavy y ya no me copó. De ese mp3, lo único que escucho todo el tiempo es “Turbo”, “Turbo” y cien veces más “Turbo”.
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Oká, locuritas. Ése soy yo. Pueden decir lo que quieran. Que soy un pelotudo o un inmaduro. ¡Qué me importa! Sólo alguien de mi palo puede sentir lo que es ir a 200 en un bólido como el mío. ¿Cómo? ¿Qué puedo matar a alguien inocente? Todo bien. Mi viejo es amigo de un comisario... Saldría en libertad en menos de lo que cante Bruce Dickinson.
¿Eh? ¿Cómo? Bueno, está bien, ¡Rob Halford! Ey, me equivoqué, che... Tampoco soy perfecto.
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A veces tecno y metal se llevan tan bien como un ska y un minué. Aunque, pensándolo bien, esta última combinación podría ser mil veces más interesante que este "Turbo lover", tema "cybergüenza", si los hay.



OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: "Iugulator" (1997) ó "Demolition" (2001).
ANTIDOTO: "Painkiller" (1990).

1/4/08

AEROSMITH - Rock in a hard place



Pasaste horas nefastas desvelándote varias veces, pero tu pesadilla curiosamente no se esfumaba. Se reiniciaba una y otra vez, siempre con mayor intensidad. Igual que yo el año pasado, cuando soñé con los Misfits, vos estabas también en medio de una resaca post-festichola, esta vez con el bocón Steven Tyler, Joe Perry, Brad Whitford, Tom Hamilton, Joey Kramer, dos “roadies”, varias "groupies" y gran elenco, discutiendo en estado de total 'zombiedad' los planes a seguir, en medio de una gira catastrófica. Nadie podía razonar. Había demasiado rencor y descontrol por doquier y rastros de la peor desidia rockera se amontonaban sobre la maltratada alfombra de la lujosa suite del mejor hotel de Minneapolis.



De repente, Joe Perry soltó: “Vete al diablo, Stevie. Estoy harto de esta basura. Me largo de aquí”. Brad, con un calzoncillo en la cabeza –el de Kramer–, quitándose de encima el cuerpo aturdido de una mucama muy detonada, agregó: “Oye, Joe. Aguarda. Voy contigo. Yo también estoy fuera”.

Desazón generalizada. Unas horas más tarde (para vos, segundos), entraban el manager y un par de holgazanes que no eran de la familia, identificados como Jimmy Crespo y Rick Dufay. Al rato, Tyler, Hamilton, Kramer, los dos nuevos, y un par de mujerzuelas hacían lo propio, dejando todo el desastre librado a la buena voluntad del room-service del hotel. Un supuesto ánimo renovador se percibía en ellos. ¡Es que iban a grabar un nuevo álbum! ¡Wow! ¡Hic! ¡Berp! ¡Yeah!

Ya nadie quedaba en la habitación. Sólo vos allí, olvidado y despechado. Pero eso no era todo. Es que vos eras el mismísimo room-service. ¡Sí, VOS! ¿Quién, si no?


El sonido mañanero taladrante de una aspiradora proveniente de tu vecino departamento se filtró en tu sueño, y en él seguías vos, manguera de Ultracomb en mano, limpiando toda la suite de esa recua de forajidos… ¡hasta el último condón!

Por fin te despertaste, perplejo, y trataste de entender qué había pasado por tu cerebro en esa fatídica noche. Y te diste cuenta del real sentido de tu sueño. Toda esa mugre, esa decadencia, esa promiscuidad vivida en el hotel, no eran otra cosa que los ingredientes adecuados para la germinación del peor álbum de toda la alocada carrera de Aerosmith. Recién ahí respiraste aliviado. La pesadilla no había sido en vano. No encontraste el sentido mismo de la vida, pero aquello era algo. Y así es, “Rock in a hard place” (1982) es un álbum sin alma ni corazón, creado en base a vómitos, excesos, ira, confusión, hartazgo, vulgaridad y una escasez total de imaginación y buen gusto. Una obra repleta de esa sustancia viscosa que se forma en la ingle de un chofer de la línea 165 –luego de dos horas de tránsito pesado y a una temperatura de 49º– que no llegó a limpiarse bien los esfínteres antes de iniciar el recorrido.


La producción y la interpretación en este disco son abominables. Exceptuando el buen número redentor “Lightning strikes”, el resto es una calamidad, enfatizándose la versión escatológica del clásico “Cry me a river”, los irritantes “Joanie’s butterfly” y “Jig is up”, el olvidable ‘rapito’ “Bolivian raggamuffin”, los aburridos “Jailbait” y “Bitch’s brew”, la decepcionante “Push comes to shove” y la impersonal “Rock in a hard place”, donde se puede escuchar el alma de Rick Dufay gemir: “¡Dios! ¿Qué hago yo acá en medio de este bardo?”



Lennon y McCartney, Morrisey y Marr, El Indio y Skay, Jagger y Richards, Sykes y Coverdale, Gardel y Le Pera, son todas duplas compositivas que demostraron poder funcionar por separado, mas no así la fórmula Tyler sin Perry. Perry es una pieza fundamental en Aerosmith, y una pluma lúcida que ayudó a escribir la página más memorable de la banda, a saber: “Toys in the attic”. ¿Y que podía hacer un sujeto como Crespo en su reemplazo? NADA. .


Luego de este desacierto, la banda pasó directamente a la indiferencia del público, situación que se revertiría milagrosamente gracias a la fusión con los raperos Run DMC. Pasado este hito comercial efímero, la formación clásica editaría otra ‘cacona’ decepcionante llamada “Done with mirrors”. El fantasma del desencanto artístico recién abandonaría a sus poseídos tras la publicación de “Permanent vacation”, que fue el verdadero resucitar del grupo. De ahí en más, la gloria, los estadios, los millones y el mundo a sus pies. Pero no la versión descontrolada del Aerosmith de los comienzos, sino una más corporativa y destilada. Hasta las groupies habían cambiado. Ya no eran esas zorras todo terreno con aliento a licor de la “era Boston”, sino unas modelos bien producidas, depiladas y bilingües (véase Liv Tyler, de profesión actriz e hija).
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Resumen: Si odiás este disco, vos sos una persona con amplio sentido común. Pero si lo amás, haré lo imposible para conseguirte un puesto de mucama en el peor hotel de Plaza Constitución.
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Joe Perry fue al set de filmación de "Lightning strikes" para ver en qué andaban sus ex-compañeros de banda. Pero al notar que en el lugar había demasiado olor a sebo, sudor rancio y baño químico, el guitarrista se fue corriendo. Dicen que lo primero que hizo como solista, fue comprarse un container de desodorantes de ambiente y componer una balada que no llegó ni al puesto #459 de los charts.




OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: "Done with mirrors" (1985) ó "Just push play" (2001). ANTIDOTO: "Toys in the attic" (1975).